La Cárcel Real de Trinidad, símbolo del poder colonial*

POR: KAREN REYES ARÓSTICA

Comúnmente, el siglo XVIII en Trinidad es recordado por el esplendor económico que se obtuvo de la producción azucarera y su comercio. Sin embargo, en esta época también afloraron algunas lacras sociales: el bandolerismo y las casas de juego habían cobrado fuerza en la ciudad. Asimismo, varios hechos crearon inseguridad e irritación en esta jurisdicción, que abarcaba hasta Fomento.

Con estos y otros antecedentes, las autoridades locales se empeñaron en construir una cárcel que reprimiera a los transgresores de la ley y también la actividad revolucionaria de los opositores a la metrópoli. Existían algunas instalaciones con estos propósitos, pero no reunían las condiciones necesarias, había hacinamiento y todos los reos iban a las mismas celdas, sin tener en cuenta el grado de peligrosidad ni el color de la piel, algo que en la época era conflictivo.

La primera cárcel funcionó en áreas del primer Ayuntamiento que tuvo la ciudad y se nombró «La Tenaza»; estuvo ubicada en la calle Real del Jigüe esquina a Boca.

Más tarde, por el deterioro de ese viejo edificio donde además del gobierno y la cárcel se encontraba el cuartel, estas instituciones se ubicaron en casas alquiladas. El penal ocupó la vivienda de Juan Manuel Morriña, en la calle Jesús María, y luego fue trasladado para la del comerciante Magín Romeu en esa propia calle, esquina a Santo Domingo, que se conoció con el nombre de «La Ferrolana». Aquí guardó prisión en el año 1843 el poeta Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido).[1]

En 1838 Pedro Carrillo de Albornoz, gobernador de Trinidad, hizo una solicitud para la construcción de la cárcel en las afueras de la ciudad, alejada de la Casa Capitular y de gobierno. El teniente de Ingenieros Voluntarios Juan Pérez presentó un proyecto que se consideró el más completo, pero sobrepasaba el presupuesto

disponible. Posteriormente, se encomendó al comandante de Artillería Manuel Herrera un nuevo proyecto y presupuesto para el edificio, que fue aceptado.[2]

Las autoridades consideraron como ubicación adecuada las propiedades de Domingo Garmendía, situadas entre la barranca antigua y la nueva, que conducían al río Táyaba. Sin embargo, el nuevo gobernador de Trinidad, Antonio de Buitrago, no aprobó esta propuesta por considerarla muy alejada de la ciudad; de ahí que prefiriera los terrenos de Joaquín Álvarez de Sotomayor, a un costado de la plaza Santa Ana, cerca del cuartel de Infantería en la Chanzoneta.[3]

La cárcel fue construida bajo el mando del brigadier Pedro de la Peña (1842-1847), hecho que se divulgó con fuerza por la prensa local, pues era una edificación imponente, de 53 varas de longitud y 6 de puntal, a un costo de más de 46 000 pesos.[4]

El ejecutor de esta obra, Antonio Vilaomat, fue alarife mayor de la ciudad entre los años 1844 y 1849. Además, estuvo vinculado al Cuerpo de Bomberos, del que llegó a ser capitán en 1858, servicio que prestó por más de 20 años. Integró también el Cuerpo de Voluntarios Realistas.[5]

El traslado de los reos hacia la nueva penitenciaría se produjo el 18 de febrero de 1844,[6] fecha en que quedó inaugurada oficialmente en ocasión de los festejos por la declaración de la mayoría de edad de Su Majestad la reina Isabel II. No obstante, todavía quedaban trabajos constructivos por realizar, que se extendieron hasta 1845.

El edificio de la cárcel es una sólida construcción de mampostería con azoteas

que ocupa una manzana. Se estructura por cuatro dobles corredores perpendiculares entre sí en torno a un patio central bordeado por galerías con arcos de medio punto, a modo de claustro. Cuenta con cuatro naves principales, que albergaban las galeras, celdas y calabozos, así como los alojamientos y puestos de guardia de una fuerte guarnición. En la fachada se ubica un balcón corrido sobre los arcos de entrada, que sirvió de mirador a la comandancia. El interior del edificio se dividió en diez departamentos, a los que se asignaron los nombres de San Andrés, San Juan, San Pablo, Santa Rita, San Víctor, San Valentín, San Francisco, San José, San Ramón y San León.[7]

Además de prisión, funcionó como bastión defensivo de los accesos a la ciudad y los caminos al valle y al puerto de Casilda durante las guerras por la independencia de Cuba.

Esta obra, mejor concebida que las anteriores, posibilitaba a las autoridades una diferenciación de los reclusos. Se acondicionó la galera izquierda para mujeres, donde encerraron a patriotas trinitarias, como María Spotorno de Prats, hermana de Juan Bautista Spotorno;[8] Antonia Pinto, campesina de Río de Ay, recluida con sus cinco hijos menores, Carmen Barceló, Serafina Ortega, Manuela Hidalgo,[9] María del Rosario Vilahomat, Dolores Santander, de solo 13 años de edad, y Aurelia Gudelippi, de 17.

Al fondo del pórtico se ubicó una lápida con el nombre de algunos presos, entre ellos los conspiradores de 1848 –José Sánchez Iznaga y otros– los campesinos de color Juan García, Ángel Oduardo, Nicolás Zenén, Juan Bautista Dávila, Esteban Zúñiga, Benito Grau y José Rodríguez – conjurados contra la metrópoli, descubiertos en 1850. También guardaron prisión en el recinto los complotados de 1851, Isidoro Armenteros Muñoz, Rafael Arcís y José Fernando Hernández Echerri; los implicados en la causa de Ramón Pintó, Juan Cadalso Piedra y otros; así como los procesados durante las guerras del 68 y el 95.

Otros personajes que constituyeron leyenda en esta ciudad fueron recluidos en esta cárcel, como Ma Dolores Iznaga, conocida como Ma Dolores Cabarnao, acusada de ser confidente y curandera de los mambises, sentenciada a pena de muerte y perdonada de manera espectacular a última hora. También estuvo entre sus rejas Carlos Ayala Agama, un pardo libre de 29 años de edad, carpintero de oficio, que había participado dentro de las filas españolas en la Guerra de los Diez Años y ex miembro del Cuerpo de Bomberos de Trinidad, condenado a muerte por la violación de Tomasa Álvarez y el asesinato de Roque y Carmen Álvarez en 1879.

Estas son algunas de las incidencias conocidas de la Cárcel Real, que entre sus

grandes muros debe guardar otros secretos no develados hasta hoy. Continúa

siendo una de las construcciones más emblemáticas de la ciudad, con una envidiable conservación. Dejó de ser una instalación destinada al sufrimiento y la tortura para convertirse en local de alegría, cultura y belleza, pues funciona como centro polivalente de la cadena Palmares al servicio del turismo.


[1] Véase García Santana, Alicia: Trinidad de Cuba. Ciudad, plazas, casas y valle, p. 112.

[2] Ídem.

[3] Véase García Santana, Alicia: Un don del cielo, p. 68; y Trinidad de Cuba. Ciudad, plazas, casas y valle, p. 113.

[4] Véase García Santana, Alicia: Trinidad de Cuba. Ciudad, plazas, casas y valle, p. 133.

[5] Ídem.

[6] Marín Villafuerte, Francisco: Historia de Trinidad, p. 270; y García Santana, Alicia: Un don del cielo, p. 289.

[7] Marín Villafuerte, Francisco: Historia de Trinidad, p. 271.

[8] Juan Bautista Spotorno se alzó en armas contra España durante la Guerra del 68 y asumió la jefatura mambisa de la jurisdicción de Trinidad. Alcanzó el grado de coronel y fue designado presidente interino de la República de Cuba en Armas de 1875 a 1876.

[9] Hermana de Isabel Hidalgo Cabanillas, natural de Trinidad, quien estaba casada con Francisco Zayas Bazán, natural de Puerto Príncipe, padres de Carmen Zayas Bazán Hidalgo, esposa de José Martí.

BIBLIOGRAFÍA

Benítez Angelbello, Ana Silvia: Estudio preliminar para el plan de manejo de los sitios histórico-arqueológicos del sistema defensivo y militar de Trinidad. Tesis en Opción al Grado Académico de Máster en Restauración y Rehabilitación del Patrimonio Edificado. Trinidad,2003.

Béquer, Manuel de J: Trinidad de Cuba, historia, leyenda y folklore. Edition Melonic, Canadá,2008.

Cuevas Toraya, Juan De Las: 500 años de construcciones en Cuba. D.V. Chavín, Servicios.

Gráficos y Editoriales, S.L., Madrid, 2001. GARCÍA SANTANA, ALICIA: Un don del cielo. Ediciones Polymita, Guatemala, 2010.

________________: Trinidad de Cuba. Ciudad, plazas, casas y valle. Consejo Nacional de PatrimonioCultural, La Habana,2004.

Marín Villafuerte, Francisco: Historia de Trinidad. Jesús Montero, editor, La Habana, 1945.

*Artículo publicado en la revista Tornapunta número 12, Año IX. Verano de 2015.

**Licenciado en Derecho. Máster en Ciencias de la Educación Superior. Oficial del Ministerio del Interior en Trinidad. Divulgador del municipio en la página web provincial de la Intranet Minint.